DESIGUALES
TAMBIÉN EN LA SALUD LABORAL
Virginia
Carrera Garrosa
Portavoz
del Colectivo Feminista Trece Rosas
Experta
en Género y Políticas de Igualdad
El 28 de abril
celebramos el día de la Salud Laboral. Hace algo más de un mes, el 8 de marzo,
reivindicábamos igualdad en el empleo. El pasado mes denunciábamos que la segregación
laboral discrimina a las mujeres. Reivindicábamos el mismo salario por trabajos
de igual valor. Además explicábamos que la
conciliación de la vida laboral y familiar es una práctica asumida casi en exclusiva por las féminas
y proponíamos repartir las responsabilidades familiares.
Seguro que ustedes estarán
pensando, ¿Qué tiene que ver dónde trabaja o lo que cobre una mujer respecto a un hombre con el
día de la salud laboral? Pues en mi opinión sí tienen que ver y voy a intentar aclararlo.
Considero que estas reivindicaciones de marzo deben
estar presentes el 28 de abril. Si queremos exigir salud en el trabajo tenemos
que hacerlo tomando en cuenta que
hombres y mujeres no son iguales en el mercado laboral.
No podemos tener espacios de trabajo
saludables, sin riesgos y de calidad sino tenemos en cuenta las desigualdades. Porque éstas también condicionan la salud laboral de las
mujeres y de los hombres.
La segregación ocupacional tiene
consecuencias. El trabajo de las mujeres está centrado mayoritariamente en
sectores en los que se requiere mayor carga mental, como por ejemplo el cuidado
de enfermos. Encontramos a las mujeres en tareas donde se repiten posturas
inadecuadas y movimientos específicos como pueden ser el sector de la confección o la limpieza.
Estas condiciones hacen que hombres y mujeres no enfermen ni se accidenten de la misma manera.
La conciliación de la
vida laboral y familiar, con la consecuente doble o triple jornada que desempeñan
mucha mujeres, conlleva un conflicto de
roles marcado por las diferentes
exigencias sociales que tienen hombres y mujeres. La presión y el desgaste ocasionados
por la existencia de un techo de cristal genera tensión, frustración y “queme”,
Todas estas situaciones unidas a la
brecha salarial, al acoso sexual y al acoso por razón de sexo que sufren algunas
mujeres por situaciones derivadas de la maternidad, generan una serie de
factores de carácter psicosocial. Estos factores son más difíciles de medir y
de visibilizar pero están presentes y generan una clara desventaja frente a los
hombres.
Unido a este
panorama, se encuentra el hecho de que las mujeres son consideradas menos
disponibles para el empleo y en algunos sectores menos capaces que los hombres.
Esto hace que muchas veces una mujer “necesite” demostrar lo que vale. Todo
este desgaste emocional, ligado al precario mercado de trabajo que sufrimos
todas y todos, supone un factor de riesgo añadido para las mujeres.
Por otro lado, la
presencia de mujeres con contratos precarios (la temporalidad de las mujeres
está 6 puntos por encima de los varones) y a tiempo parcial (el 76% de los contratos
parciales son de mujeres) hacen que la accidentabilidad sea más alta, ya que al
haber un alto índice de rotación la falta de formación en el puesto es mucho
mayor, aumentando con creces la probabilidad de que se produzca un accidente de
trabajo.
El 28 de abril
reivindicamos salud laboral, pero salud laboral para todos y todas. Por esto es
necesario un enfoque en la investigación, la política y la prevención que tenga
en cuenta las diferencias de género a fin de garantizar una prevención eficaz e
integral para las mujeres en el marco de la seguridad y la salud en el trabajo.
En definitiva se trata de tener en cuenta las diferencias de mujeres y hombres
y generar propuestas para ambos. En fin, lo de siempre, reivindicar igualdad real.