miércoles, 30 de abril de 2014

DESIGUALES TAMBIÉN EN LA SALUD LABORAL

DESIGUALES TAMBIÉN EN LA SALUD LABORAL

Virginia Carrera Garrosa
Portavoz del Colectivo Feminista Trece Rosas
Experta en Género y Políticas de Igualdad


El 28 de abril celebramos el día de la Salud Laboral. Hace algo más de un mes, el 8 de marzo, reivindicábamos igualdad en el empleo. El pasado mes denunciábamos que la segregación laboral discrimina a las mujeres. Reivindicábamos el mismo salario por trabajos de igual valor. Además explicábamos que  la conciliación de la vida laboral y familiar es una  práctica asumida casi en exclusiva por las féminas y proponíamos repartir las responsabilidades familiares.
Seguro que ustedes estarán pensando, ¿Qué tiene que ver dónde trabaja o lo que  cobre una mujer respecto a un hombre con el día de la  salud laboral?  Pues en mi opinión  sí tienen que ver y voy a intentar aclararlo.
 Considero que estas reivindicaciones de marzo deben estar presentes el 28 de abril. Si queremos exigir salud en el trabajo tenemos que hacerlo  tomando en cuenta que hombres y mujeres no son iguales en el mercado laboral.
 No podemos tener espacios de trabajo saludables, sin riesgos y de calidad sino tenemos en cuenta  las desigualdades. Porque éstas  también condicionan la salud laboral de las mujeres y de los hombres.
 La segregación ocupacional tiene consecuencias. El trabajo de las mujeres está centrado mayoritariamente en sectores en los que se requiere mayor carga mental, como por ejemplo el cuidado de enfermos. Encontramos a las mujeres en tareas donde se repiten posturas inadecuadas y movimientos específicos como pueden ser  el sector de la confección o la limpieza. Estas condiciones hacen que hombres y mujeres no enfermen ni se  accidenten de la misma manera.  
La conciliación de la vida laboral y familiar, con la consecuente doble o triple jornada que desempeñan mucha mujeres, conlleva un  conflicto de roles marcado por las  diferentes exigencias sociales que tienen hombres y mujeres. La presión y el desgaste ocasionados por la existencia de un techo de cristal genera tensión, frustración y “queme”, Todas estas  situaciones unidas a la brecha salarial,  al acoso sexual y al  acoso por razón de sexo que sufren algunas mujeres por situaciones derivadas de la maternidad, generan una serie de factores de carácter psicosocial. Estos factores son más difíciles de medir y de visibilizar pero están presentes y generan una clara desventaja frente a los hombres.
Unido a este panorama, se encuentra el hecho de que las mujeres son consideradas menos disponibles para el empleo y en algunos sectores menos capaces que los hombres. Esto hace que muchas veces una mujer “necesite” demostrar lo que vale. Todo este desgaste emocional, ligado al precario mercado de trabajo que sufrimos todas y todos, supone un factor de riesgo añadido para las mujeres.
Por otro lado, la presencia de mujeres con contratos precarios (la temporalidad de las mujeres está 6 puntos por encima de los varones)  y a tiempo parcial (el 76% de los contratos parciales son de mujeres) hacen que la accidentabilidad sea más alta, ya que al haber un alto índice de rotación la falta de formación en el puesto es mucho mayor, aumentando con creces la probabilidad de que se produzca un accidente de trabajo.

El 28 de abril reivindicamos salud laboral, pero salud laboral para todos y todas. Por esto es necesario un enfoque en la investigación, la política y la prevención que tenga en cuenta las diferencias de género a fin de garantizar una prevención eficaz e integral para las mujeres en el marco de la seguridad y la salud en el trabajo. En definitiva se trata de tener en cuenta las diferencias de mujeres y hombres y generar propuestas para ambos. En fin, lo de siempre, reivindicar igualdad real.

miércoles, 23 de abril de 2014

Salud, pero no para todas

Salud, pero no para todas 

Virginia Carrera Garrosa



El día 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, con motivo del nacimiento  de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1948. Año tras año reivindicamos que la Salud es un derecho universal y  que debe ser reconocido a todas las personas. 

Pero esta mañana este derecho no es una realidad, ni la mañana  de ayer lo fue, ni la de antes de ayer,  ni tampoco será la del día de mañana, ni siquiera la de pasado mañana. La verdad es que  el derecho a la Salud no es un hecho real y, por ahora, esta necesidad no parece prioritaria en las agendas políticas. Esas agendas políticas que nos recortan en derechos sociales con privatizaciones de los servicios públicos,  de los cuales no se escapan los servicios de salud. Sin embargo, hoy me vais a permitir que no me centre en los recortes sociales, esos  recortes que hacen que  muchos niños y niñas   de nuestra ciudad no vayan a crecer con una salud de hierro, como dirían nuestras abuelas, porque en Castilla  y  León  según UNICEF un 24.9% de menores  viven en riesgo de pobreza. Tampoco me voy a detener en denunciar que la Junta de Castilla y León retrasó la edad de inicio a las mamografías de cribado de cáncer, con la consecuente repercusión que tiene en la salud de las mujeres. Ni tampoco me quiero  detener en denunciar que  la salud en el trabajo sigue siendo una asignatura pendiente en muchas empresas.

Hoy me levanté  con la idea de escribir sobre salud y todo lo que este término acarrea, pero la realidad y también mi rabia me obligan  a escribir sobre la mayor ausencia de salud que es la muerte. Esta semana la empezamos escuchando que otra mujer más ha sido asesinada por su pareja, en Jerez de la Frontera, y con ella van 22 mujeres en las 16 semanas que llevamos de año y todo esto  por culpa del machismo y por la dejadez de responsabilidades.

 Me indigna enormemente, me cabrea el escuchar cada lunes, o mejor dicho cada semana, que alguna mujer muere asesinada por su pareja. Desde hace años la violencia de género forma parte de la conversación habitual de la ciudadanía y, dependiendo del círculo donde hablemos, los comentarios son más o menos apropiados, mas empáticos o más concienciados, pero toda la población reconoce que hay un problema y que a la mujeres se las asesina  por el hecho de ser mujeres. Que en la actualidad la violencia machista sea  considerada un problema de carácter público que traspasa la esfera de lo privado no es casual, esto es producto del asesinato de Ana Orantes en 1997. Seguro que muchos de los que leáis esto recordareis a esta mujer que acudió a un programa de televisión a denunciar que su marido la maltrataba y, a los 13 días de salir en televisión, éste la quemó viva con gasolina. Aquella entrevista había incomodado a quienes la habían escuchado, pero, en realidad, nadie le había echado mucha cuenta, como dicen en el sur. Estábamos acostumbrados a convivir con la violencia de género o, mejor dicho, ésta no se cuestionaba públicamente. En 1997, aquel asesinato conmocionó a la opinión pública y la violencia contra las mujeres pasó a ser motivo de denuncia en multitudinarias movilizaciones; y los poderes públicos tuvieron que legislar y  elaborar políticas que contemplaran la violencia machista como un problema de toda la sociedad.

Ahora, 17 años después, con una Ley integral contra la violencia de género y con el convencimiento ciudadano de que la violencia machista asesina, la percepción que tengo es que nos hemos vuelto a acostumbrar a convivir con ella.  La violencia contra las mujeres forma parte de las “cosas” que asumimos como si nada se pudiera hacer, o mejor dicho, que nos han metido en la cabeza que nada se puede hacer. Cada vez que una mujer es asesinada, las plazas deberían estar llenas de personas  condenando la violencia o deberíamos organizar múltiples manifestaciones para reclamar políticas públicas que acaben con esto y no solo salir el 25 de noviembre; pero no, no lo hacemos. Aquí todas y todas estamos asumiendo que no hay nada que hacer.  Pero no solo eso, también estamos siendo permisivos y en parte sumisos porque no lo exigimos, porque no estamos demandando a nuestros representantes que hasta aquí hemos llegado, que no se puede convivir con la violencia machista.

 Este lunes se han reunido tres Ministerios (Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad junto a los de Justicia e Interior) para buscar “eficacia” contra la violencia de género. Otras voces apuntan que es necesario un Pacto de Estado. En mi opinión, la eficacia se encuentra implicando a toda la sociedad en la eliminación de la violencia. Los pactos políticos están muy bien, pero tenemos que contar con toda la sociedad civil que tiene relación directa con la violencia. Acabar con la violencia  machista merece implicar a todos los grupos y estamentos que conviven en nuestra sociedad, desde el movimiento feminista hasta el pacifista, desde la marea verde hasta la naranja, contando  también con  los agentes sociales y económicos e incluso  con la Universidad y, por supuesto,  los grupos políticos del hemiciclo, todos ellos para consensuar un acuerdo de mínimos, muy mínimos.  El primero, acabar con el patriarcado educando en igualdad; el segundo, servicios públicos para garantizar la igualdad de todas las personas a los recursos y  un tercero, el control y vigilancia del cumplimiento de los dos primeros. Con estos mínimos, podríamos empezar a combatir la violencia machista. Hasta entonces, todo puede quedar en papel mojado. Ni una mas ni una menos.



  Artículo publicado en lacrónicadesalamanca.com

SIN REPÚBLICA NO HAY IGUALDAD



COLECTIVO FEMINISTA TRECE ROSAS EN LA CONCENTRACIÓN REPUBLICANA 








                                                                               SIN REPÚBLICA NO HAY IGUALDAD

martes, 1 de abril de 2014

Éxito de la Bicicletada por los derechos sexuales y reproductivos

Este domingo tuvimos la última actividad reivindicativa del mes de marzo. 

Salimos a la calle a denunciar que la reforma de Gallardón no es la que queremos y esta vez lo hicimos en bicicleta, patines o caminando… fue una reivindicación ciudadana diferente a lo que estamos acostumbradas en esta ciudad.



Junto con Ecologistas en Acción,   el Comité Ciudadano Antinuclear,  y el comité de Bici Urbana 'Guardabarros' y FEVESA organizamos una marcha por los derechos sexuales y reproductivos.

Nuestro objetivo ha sido visibilizar el  rechazo a la reforma que quiere llevar a cabo el PP contra la libertad de decisión de la mujer y  en cierta manera lo hemos conseguido al juntar a un centenar de personas un domingo por la mañana  contra los recortes de derechos.

A las 12 horas  del domingo 30 de marzo nos reunimos en la Plaza Mayor de Salamanca, el color morado  inundó el ágora,  la marea violeta partía a “ocupar” las calles para reclamar libertad para decidir.


El recorrido  se desarrollo por el  centro de Salamanca llegando hasta la Avenida de la Aldehuela, donde se sitúa el  Rastro  de la ciudad, la marcha terminó en la Plaza Mayor  donde se soltaron  globos  morados.






Aproximadamente estuvimos una hora mostrando nuestro absoluto rechazo  a esta reforma que recorta frontalmente derechos conseguido gracias al movimiento  feminista. La lectura del comunicado recogió nuestras principales demandas.







“No queremos tanto, sólo:
Educación sexual para prevenir
Anticonceptivos para no abortar
Aborto libre para no morir
pero sobre todo, libertad para decidir